Lima llegó a la prote muy lastimada. Tenía una herida importante en el cuello y, en consecuencia, miedo y stress. Estaba muy pachucha y súper tirada. Las primeras semanas era una bolita en la esquina de la jaula: triste, enojada, lastimada. No tenía ganas de comer y hasta temblaba un poco. Su mirada (y su cuerpito) nos decían todo: la estaba pasando mal.
Ni bien llegó a la prote la vio un veterinario y comenzaron los tratamientos. Pero como pasa muchas veces, no alcanza solo con medicación para que un gatito repunte, se necesita mucho más: amor, paciencia y dar todo para ayudarlo a salir adelante.
Y así pasó con Lima. Los voluntarios de Gatitos de la Sarmiento pusieron manos a la obra: con muuucha paciencia se fueron acercando a ella para mimarla, de a poco le demostraron que ya no tenía por qué tener miedo, se sentaron con ella, le hablaron, le hicieron comiditas especiales para que se alimentarla y se quedaron con ella hasta que diera el último bocado.
Mientras tanto, las consultas veterinarias no pararon y no solo el ánimo de Lima mejoró, también su condición de salud. De a poco, se fue curando física y espiritualmente.
La sopladora loca y malhumorada con cara de protestona, que comía a duras penas, se convirtió en una gataza, en una genial total: es mimosa (le gustan los mimos brutos), cariñosa y maulladora. Y sobre todo: es una luchadora.
Todavía se está recuperando pero muy pronto va a estar en adopción. Lima es una gatita fantástica y es la debilidad de muchos voluntarios, se merece una oportunidad a su altura ;)
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